ACTO I
Transcurría la primavera de 1977, en un lugar de la Mancha cuyo nombre recuerdo perfectamente: Cañada Juncosa, (municipio de apenas quinientos habitantes). Al filo del mediodía, Guillerma, extraordinaria mujer de pequeña estatura y enorme corazón sale de su casa. La acompaña, cogido a una de sus manos, su hijo Juan, de apenas cinco años. Con su otra mano agarra una garrafa de cristal con capacidad para diez litros. Van a casa de la Laura, en cuyo patio hay un pozo de agua, según parece apta para el consumo y de buen paladar. A estas alturas de siglo XX, en este rincón del mundo, todavía no hay agua potable que se derrame al abrir un grifo, ni alcantarillado, ni tantas otras cosas… Al entrar por la puerta del patio algo llama la atención de ambos. Justo antes de llegar al pozo, a mano derecha, se alza majestuoso un cerezo que, en esa época del año parece dudar entre decantarse por el verde o por el rojo como tonalidad predominante. Hay cerezas por todas partes y el espectáculo es simplemente espléndido. Guillerma suelta la mano del pequeño y alarga su brazo para coger un par de cerezas que inmediatamente entrega a su hijo. Éste, tan reticente a ingerir cualquier cosa que no sea un vaso de leche o una loncha de jamón york, no duda en echárselas a la boca y enseguida un torbellino de sensaciones inunda su paladar -"están buenísmas"-. Poco rato después ambos regresan a casa. Ahora ella necesita ambas manos para transportar la garrafa llena de agua y él camina peculiarmente a su lado. El trayecto es corto pero suficiente para conversar sobre lo buenas que están las cerezas y sobre lo fantástico que sería tener un cerezo en casa para poder comer tantas como quisieran.
- ¡Juan! Me han llamado del pueblo y … ¿sabes qué? El cerezo que plantó Papa… ¿recuerdas?... que me han dicho que está plagado de cerezas!... Dicen que tiene un montón y que a ver si podemos ir pronto porque no durarán demasiado. … No sé, te he llamado porque pienso que te haría mucha ilusión. Yo estoy emocionada.
Yo también estoy emocionado. ¡Vaya si lo estoy! Es… genial! El mejor regalo que nunca podré recibir. Es un acontecimiento que simboliza tantas cosas que aún no puedo digerir… Es mi vida y la de los míos proyectadas gracias a la perseverancia del hombre y de la naturaleza, es tantas cosas…
Gracias a nuestra prima, que pasó el último fin de semana en el pueblo, nos han llegado dos cajas rebosantes de cerezas, que incluso podrían ser etiquetadas de “ecológicas”, pero que yo, particularmente, prefiero denominar “MAGICAS”. ¿Quieres probar una?